Artesanía

La artesanía en Breña Baja se encuentra vinculada al medio rural en que se desarrolla. Hasta hace muy pocas décadas, su economía se basaba fundamentalmente en la agricultura, la pesca y el pastoreo. De forma paralela a estas actividades surgen de modos tradicionales de producción agropecuarios, practicados en buena parte por los propios campesinos, jornaleros o propietarios de pequeñas extensiones, completando así un modelo de autoabastecimiento de útiles relacionados directamente al mundo rural.

Estos oficios (artesanías) surgen en su mayoría tras la conquista y colonización de las Islas. La población colonizadora trae desde la Península Ibérica y desde otras partes de Europa sus conocimientos técnicos. Muy pocas actividades fueron heredadas de la población aborigen y las que se adoptaron sufrieron rápidamente un proceso de fusión con las prácticas de los colonizadores. Aunque las técnicas aborígenes subsistieron, varió la tipología productiva adaptandose a las nuevas necesidades.

Debido a ello la artesanía de Breña Baja aparece como muestra de la asimilación y evolución desde los orígenes, tanto de África, Europa y América.

El Telar.-

Con la introducción del telar en el siglo XVI, se produjo en La Palma una especie de revolución industrial, pasando -en un salto inimaginable- de aquellas maravillosas aunque primitivas pieles curtidas y fibras vegetales con las que vestían los antiguos pobladores de la isla, a las telas de lana, lino y seda tejidas en los telares de tea de pino canario, lo que lo convirtió en un útil cotidiano y extremadamente necesario para las familias palmeras. Las voces del telar palmero atestiguan su origen portugués, manteniéndose, entre otras denominaciones, las de ordume y tapume para referirse, respectivamente, a las castellanas urdimbre y trama. Las traperas son las piezas que más abundan en la actualidad. Alfombras, cortinas, bolsos, mochilas, tapices, colchas..., cuya principal seña de identidad es la viveza y viscosidad de sus tejidos coloristas.

El Bordado.-

como popularmente se conoce en La Palma- ha significado, durante décadas, una importante fuente de ingresos para las familias más humildes.El más frecuente entre el repertorio de los bordados tradicionales palmeros es el llamado rechilieu -conocido en La Palma- como rechi, que convive con las técnicas del realce y los puntos perdidos. Realizado generalmente sobre tela blanca o beige, el rechi se caracteriza por sus presillas o festones, unidos entre sí por otras presillas en el aire que, una vez recortada la pieza, dotan a la pieza resultante de una elegancia inconfundible propia de las cortes europeas del barroco. En realce se bordan motivos en relieve, con puntos derechos u oblicuos, perpendiculares a los puntos de relleno; se emplea en el bordado de flores, hojas y letras iniciales. Por lo que respecta al punto perdido, se realiza a base de puntadas superpuestas que producen, con la intensidad del color del hilo, diferentes matizados en motivos preferentemente florales.

La Cestería.-

La cestería es la actividad artesana más primitiva, anterior incluso a la alfarería. En los yacimientos arqueológicos, aparecen vestigios de materiales vegetales entrelazados o tejidos. En algunos estudios se pone en evidencia que el hombre utilizó las técnicas de la cestería para desarrollar y levantar una pieza de barro. Hoy en día, la cestería tradicional se ha convertido en un bellísimo objeto de decoración, aunque también es frecuente encontrar en el medio rural de La Palma estos elegantes y bien terminados útiles de la historia económica de la isla. Afollado (especie propia de la laurisilva), castaño, moral, tagasaste (planta forrajera endémica de La Palma), colmo (“centeno”), trigo, palma, zarza, cestosmimbre y caña son los materiales utilizados en la cestería insular; y es precisamente esa enorme riqueza vegetal la que proporciona, además del buen hacer de los artífices, ese sello peculiar.

La pieza más característica de la cestería palmera es el balayo, que da nombre genérico a toda la producción elaborada con colmo y zarza, de fondo redondo y urdido en espiral; para ello se emplean rollos de colmo cosidos con cintas de zarza. Sus paredes son cóncavas, con una abertura mayor o menor en su parte superior.

La cestería de colmo se basa exclusivamente en el uso del centeno, convenientemente tratado para la elaboración de objetos delicados, frágiles y elegantes. Los más comunes son los costureros, las canastillas, los cestos decorativos y los pequeños recipientes de auténtica filigrana; se realizan a partir de escudos, bichos ('trenzas'), fondos y tapas. Los trabajos de empleita de colmo ('cinta trenzada') se destinan preferentemente a la confección del sombrero tradicional.

El afollado ('especie de la laurisilva') es la vara más usada por su resistencia a las labores campesinas de recolección de frutos, construcción y empleo como planta forrajera. Se corta en cualquier etapa menguante y su flexibilidad permite que pueda trabajarse con facilidad. Tras el corte, se abre en cuatro lascas que se orean. El cesto empieza a levantarse por el fondo, empleando para ello costras (varas más cortas labradas por los dos lados), cuyo número debe ser impar, dependiendo de las dimensiones de la pieza. Cuando se llega a la altura deseada, se procede al encorreado o rematado con tiras de castaño.

Algunas de las piezas más tradicionales que se realizan en la actualidad son las seretas ('especie de bolso'), la cesta gallera (destinada al transporte de gallos de pelea), empleitas para moldear el queso artesano, sombreros y abanadores, elaborados todos ellos con palmito (la parte tierna del cogollo de la palmera), cuya calidad supera la de las hojas verdes. El proceso exige que el palmito se abra en dos y se ponga a secar; a continuación, se blanquea con la quema de azufre dentro de una caja de tea. Después, con una aguja, se va rasgando para obtener el ancho deseado y comienza a tejerse la empleita.

Las piezas de mimbre, en su variante natural o pelado, se trabajan con un urdido de forma radial, destinándose, como en el caso de la cestería de vara, a la fabricación de cestos de pedreros, espuertas, anganillas y cestos de muy distinto uso. Con el mimbre pelado, sin embargo, se elaboran productos más delicados, como canastillas y costureros. Con caña y mimbre entrelazado y con un urdido de forma radial (método peculiar de este apartado de la cestería insular) se trabajan cestos destinados a las tareas que requieren mayor resistencia (carga de piedras, papas, uvas), así como otras piezas más delicadas, como cestas de dulceras con cuatro asas. Finalmente, con cañas se siguen confeccionando jaulas para pájaros de muy diferentes formas y tamaños, alcanzando algunas de ellas la categoría de verdaderas y artísticas mansiones.

La Cerámica.-

La cerámica artesanal, fabricada con el típico barro negro de la Isla, reproduce piezas prehispánicas, con decoraciones geométricas de infinitas posibilidades y con las mismas técnicas usadas hace siglos, como es la ausencia del torno, trabajando el proceso de urdido, una técnica practicamente única en Europa, aunque habitual en el norte de África, entre las poblaciones bereberes.

Además encontramos otros tipos de cerámica, como la loza popular palmera destinada al uso doméstico (braseros, ollas, bernegales,...) y nuevos estilos decorativos con diseños étnicos o modernos.

El Tabaco.-

La artesanía del tabaco se introdujo en La Palma a mediados del siglo XIX, con el retorno de los emigrantes que habían viajado a Cuba en busca de fortuna. Vienen desde muy antiguo su fama y su reconocimiento.

Las semillas actuales llegaron desde Cuba durante la década de 1940. Llamadas popularmente pelo de oro, su presencia significó que en la posguerra muchas familias pudieran subsistir cultivando un puñito de tabaco, en un trabajo en el que colaboraban todos sus integrante.

La forma y el tamaño de los puros también cuentan con su denominación particular. Los peticetros tienen tamaño medio; los panetelas, largos y delgados; los coronas, grandes; los viuditas (voz sentida por el hablante como más elegante que la originaria, breba), pequeños y con rabito; los nuncios, grandes y de considerable grosor.

El puro palmero es sinónimo de calidad, de trabajo bien hecho. Uno de los valores más codiciados de este tabaco es su aroma, que se consigue con las buenas cosechas y su quemado parejo (circular) y su ceniza blanca.


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